El texto El Matadero, elaborado por Esteban Echeverría entre 1838 y 1840 y publicado por primera vez por un amigo suyo en 1871 en la Revista del Río de la Plata, es asociado a distintos géneros de la literatura de la época, como la naturaleza periodística literaria que presentaban los artículos de las revistas francesas, el espíritu reformador de los cuadros de costumbres de Larra y el espíritu rompedor del movimiento romántico europeo, por lo cual, representa el periodo romántico argentino. Por otra parte, la obra de Echevarría es considerada también el primer cuento realista del Río de la Plata.
Por lo que hace al contexto histórico, el relato se centra en el momento inmediato posterior a la emancipación americana, momento en que reina el caos en Argentina. La situación, planteó el conflicto de la polarización del estado argentino en dos partidos: el partido Federal y el Unitario. El partido federalista, apoyados por el peso político de la capital Buenos Aires y por los núcleos rurales, gobernó Argentina liderados por el presidente Rosas. Este grupo, apoyó un gobierno federal basándose en el modelo confederacional de los Estados Unidos, cuyas leyes y derechos fueran distributivamente igual en todas las regiones del estado. En cuanto a los Unitarios, estos preferían el modelo europeo y procuraban para el estado, a diferencia de los federales, un gobierno unitario y centralista, inspirado por los ilustrados de la época y apoyado por las grandes élites. Por otro lado, también existe la figura del gaucho argentino (predecesor del actual cow-boy), individuo independiente que trabajaba por libre en las haciendas y estaba apoyado por los federalistas.
Contando con estos datos y teniendo en cuenta la bipolaridad de ideologías que convivían en Argentina durante el siglo XIX, no es difícil deducir los conflictos y la crispación que se vivían por aquel entonces. Fueron estos hechos los que motivaron e inspiraron a Esteban Echevarría en la realización de su obra.
La trama argumental de la obra, texto híbrido de clara intención didáctica y evidente naturalismo, pretende crear conciencia –por medio de recursos fundamentales como la ironía (lítote), el sarcasmo (humor para desarrollar una función social), la crudeza en representar el realismo, y la exageración de los detalles– a la sociedad, y demostrar el derecho de justicia.
En el texto, el autor responde a la necesidad de crear paralelismo entre dos espacios o mundos, microcosmos y macrocosmos, a partir de los cuales sugiere importantes ideas dentro del relato que asocia, por medio de símbolos e imágenes, a la situación dramática del estado argentino.
En lo que corresponde al microcosmos y macrocosmos alegórico que se muestra implícito en el texto, de lo general a lo concreto, el autor escogió, para su obra, un espacio situado a las afueras de la urbe, un espacio fronterizo, un “no-espacio”, en el cual situó el Matadero de la Convalecencia o del Alto. El matadero es un escenario que por su naturaleza ya connota ideas y sensaciones más próximas a la barbarie que a lo civilizado: en él, conviven personas y animales y su única función es matar el ganado, como propiamente cita su nombre. El matarife del matadero, Matasiete, es el personaje que puede decidir en el lugar, tiene el poder de dictaminar vida o muerte. Este individuo representa la figura del gaucho matrero, ciudadano clasificado jerárquicamente en bajo nivel social, personajes de los cuales el gobierno federalista se sirvió para mantenerse en la cumbre del poder. De tal modo, plantea un paisaje que corresponde al país argentino según Echevarría, la Argentina bajo el dominio del Restaurador Rosas, por lo que puede relacionarse la figura del gobernador a la del matadero; el espíritu demagógico con el que tacha el autor al ideal federalista.
También, las fuertes lluvias torrenciales que arrasan por completo el lugar narrado, inundando caminos, pantanos, las calles de entrada y salida de la ciudad; ejemplifican, de un modo indirecto, el tormentoso vivir que soportaba la sociedad argentina por aquel entonces: “[…] aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras.”
Por otra parte, en el relato aparecen diversas figuras que también simbolizan elementos propios de la sociedad que critica. Es el caso de un grupo de personajes, como el toro que se escapa embravecido cuando lo van a matar, el joven muchacho que acaba falleciendo en el matadero y las cincuenta reses que matan para ser comidas, que el autor atañe a la figura del unitario, personaje no correspondido con la vida que le ha tocado y que no se encuentra en el lugar en que debiere estar: la sociedad está en deuda con él. Viene a ser un espacio sin salida para sus víctimas.
Es necesario recalcar que Echevarría descubre notoriamente su posición totalmente anticlerical. El autor reprocha a la iglesia y su modo de hacer las cosas, la cual se basa exclusivamente en el propio beneficio. Satiriza la imagen que tiene el poder eclesiástico en Argentina y se opone a sus valores jugando a crear humor con sus palabras: “¡Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a leyes inviolables y que la iglesia tenga la llave de los estómagos! / “Pero no es extraño, supuesto que el diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y que la iglesia tiene el poder de conjurarlo…”.
En un ámbito más concreto, podemos hablar del símbolo de la mazorca y el de la mujer del Restaurador Rosas, la “heroína doña Encarnación Ezcurra”. Son dos elementos que van unidos: la mazorca (calambur de “más horca”) es el órgano opresor que llevaban a cabo los rosistas para mantener el orden en Argentina. Este organismo fue empadronado por la esposa del dictador, a la cual los federales otorgan grandes alabanzas y elogios aún después de muerta, como aparece en el texto de Echevarría: “Viva la Federación”, “Viva El restaurador y la heroína Encarnación Ezcurra”, “Mueran los salvajes unitarios”. Como no es difícil suponer al leerse el texto, el personaje antagonista de la sociedad que se plantea, el joven unitario que acaba muriendo a manos de los federales, personifica la civilización, la intelectualidad, la poca ilustración que aun se mantiene en pie en Argentina.
En suma, el juego que realiza Esteban Echevarría en la composición de su obra, extrapolando las imágenes e ideas que aparecen en el relato a la inestable y desastrosa situación que soporta el país argentino, pretende establecer la función social didáctica de crear conciencia al lector de tan grotesco escenario, del cual no se puede evadir.
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