sábado, 27 de marzo de 2010

Biografía de Don Manuel Belgrano



LITERATURA ARGENTINA I ENSAYO

 Don Manuel Belgrano un héroe inigualable

En los anales de la historia argentina podemos encontrar varios héroes que lucharon por, nuestra patria por sus ideales de libertad, cultura, sin embargo entre todos ellos se destaca la noble figura de Don Manuel Belgrano quien ha luchado de una manera desmedida, digna y ejemplar como nadie más lo supo hacer por nuestra nación . Dejó sus bienes familias, todo, en propósito de participar de las luchas emancipadoras, a pesar de no ser un militar de carrera, sino un simple abogado.


Su causa justa lo condujo a vivir precariamente rodeado de la pobreza de la gente del interior de la muerte de sus soldados pero también con la conciencia tranquila de haber cumplido con sus objetivos.

Su amor por lo indigenista lo hizo pretender que gobernara este suelo americano un monarca Inca.

Lo que pretendo demostrar en este ensayo recordando a nuestro ilustre hombre es que ya no existen héroes de esa magnitud ni nada que se le parezca.

En la actualidad no se encuentran hombres como Belgrano con grandes y nobles metas. Su pasión por la libertad y unificación del territorio le significó su intervención en numerosas campañas, así como también se entusiasmo por la política y economía lo cual lo llevó a cumplir un rol protagónico en la Revolución de Mayo.

También pretendió una educación digna, un claro ejemplo de esto fue cuando recibe un premio por los triunfos de Tucumán y Salta, la Asamblea del Año XIII le otorgó a Belgrano 40.000 pesos oro. Don Manuel lo destina a la construcción de cuatro escuelas públicas ubicadas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero. Además redactó un moderno reglamento para estas escuelas que, dice, en su artículo primero que el maestro de escuela debe ser bien remunerado, por ser su tarea de las más importantes de lasque se puedan ejercer. Pero lamentablemente, el dinero donado por Belgrano fue destinado por el Triunvirato y los gobiernos sucesivos a otras cosas y las escuelas nunca se construyeron y Belgrano murió en la pobreza total.

Al recordar toda su vida heroica, puedo decir que es incomparable todo lo que realizó, y lo hizo de una manera tan noble y plausible sin ningún tipo de corrupción por que murió en la miseria donando dinero para el beneficio de la educación actitudes que hoy son escasas o nulas, ¿Qué político del siglo XX donó dinero o parte de su riqueza para crear escuelas? ¿Quien pensó en los docentes como él?

Las mayorías de los políticos que asumen ya sea como presidentes concejales, diputados etc piensan solamente en ellos mismo, pretende enriquecerse más y aumentar sus bienes como en el caso del kirchnerismo que fue denunciado por su crecimiento ilícito, Menen que vendió prácticamente todas nuestras empresas productivas que daban fuente de trabajo a los pobladores, a consecuencia de esto hubo una gran cantidad de desempleados, si tuviera que mencionar todas las corrupciones de nuestros gobernantes de los que estuvieron y están a cargo de nuestra Patria, no termino más, son innumerables.

Esta comparación entre Belgrano un héroe ejemplar que lucho por nuestra nación pretendiendo lo mejor sacrificando su vida sin importarle en lo más mínimo el poder y la riqueza,  y algunos políticos, ciudadanos de hoy que son indiferentes a la patria no tienen un mínimo de respeto ni amor, son egoísta solo piensan en ellos mismo, es para reflexionar. Ese fervor y pasión con el que luchó nuestro héroe,  no tiene punto de comparación con el actuar de los hombre de hoy.

"Crónicas del Angel Gris", por Alejandro Dolina. Ilustración de Carlos Nine.

Niños, libros y lecturas


Las novelas decimonónicas sobre el Imperio Romano se esfuerzan en reconstruir la época de los Césares y apenas consiguen revelar las preferencias y gustos del siglo XIX. Sucede que los cónsules, los senadores y los emperadores no pueden disimular el acento de las tertulias parisinas, por mucho que se esfuerce el escritor. Esto no debe apuntarse como un reproche sino más bien como una fatalidad que conviene saber antes de la lectura.

Algo parecido sucede con los libros para chicos. Escritos desde un mundo diferente, suelen referir historias que suenan falsas, protagonizadas por seres lejanos e incomprensibles. Ante su propia creación, los autores suelen afectar una especiie de perpleja benevolencia, la misma que se usa en la descripción de las costumbres de los salvajes.

Alguien podrá decir que lo más conveniente es que los romanos escriban sobre el imperio, y los niños sobre la infancia. Objeción: los romanos no escriben ya y los niños no lo hacen todavía. De unos y otros nos separa el tiempo.

Puede aducirse que mientras ningún escritor actual ha sido ciudadano del Imperio, casi todos han sido niños. Sin embargo, un complicado abismo de olvidos y falsos recuerdos parece alejarnos de nuestras emociones infantiles. Los literatos que se fingen chicos no consiguen engañar a nadie.

A decir verdad, no es posible ni siquiera saber con certeza si los niños disfrutan de los libros que se les preparan.

Con mucha cautela, me atrevería a apostar que no. Evocaciones que acaso invento ahora me remiten a las historias de terror, las investigaciones de Mister Reeder, el Padre Brown y el poema A Margarita Debayle , creaciones todas que poco tienen de infantiles.

Me parece también recordar que a mis cuatro o cinco años escuchaba con mas placer La Copa del Olvido o Mi Noche Triste , que las cargosas pamplinas sobre faroleras tropezadas.

Así, menos en forma de teoría que de sospecha, postulo que un libro que entretiene a un chico debe ser capaz de hacerlo con un adulto. Desde luego, la admiración no sirve en el orden inverso: toda obra necesita una información previa por parte del lector para ser comprendida. El cuento El inmortal , de Jorge Luis Borges, resultaría incomprensible -o insulso- para quien desconociera la existencia de Homero.

La medición de un hexámetro exige saber latín. Presiento, sin embargo, que miles de cuentos y novelas pueden ser leídos sin penuria por los chicos y sin aburrimiento por los mayores. Los ejemplos son tan contundentes que me averguenzan: La Isla del Tesoro , los cuentos de Oscar Wilde, Las Mil y una Noches, las maravillas y horrores de la mitología clásica.

Frente a estas obras, los coloridos volúmenes de las colecciones infantiles resultan bastante insípidos.

A veces me palpito que muchos de estos textos son estropeados por la intención edificante. Alguien me dijo una vez que en verdad ocurre lo contrario: la torpeza literaria desacredita la moraleja.

Manuel Mandeb, el polígrafo de Flores, sentía horror por las novelas protagonizadas por niños. Sostenía que sus comportamientos eran poco racionales, o lo que es peor, poco artísticos. Recomendaba insuflar a los pequeños personajes la mayor gravedad, pues entendía que los chicos son generalmente serios y aborrecían la socarronería.

Mandeb creía que el amor a los niños era una virtud literaria capaz de redimir cualquier defecto.

- El cariñoso esfuerzo conmueve a los pibes aunque no lo confiesen -decía.

Me parece que el hombre de Flores adivinó una gran verdad.

Cuando era chico yo sentía una emoción deliciosamente triste ante las calesitas, los circos y los caleidoscopios. No me gustaban, no me divertían. Pero me hacían sentir una inmensa piedad por aquellas gentes, más inocentes que yo, que trataban de agradarme con ingenio modesto. De entre mis juguetes infantiles recuerdo una cimitarra de madera que me trajo mi padre. Mis juegos no incluían las gestas sarracenas, de modo que no pude sacarle mayor provecho. Pero allí estaba el amor del hombre aquel que tal vez no me comprendía.

Por eso creo en el criterio de Mandeb. El amor de un poeta puede ser más eficaz que un buen argumento.

Más tarde he reconocido aquellos sentimientos de la niñez al recibir algún regalo demasiado humilde.

En los años dorados, un grupo de maestros melancólicos del barrio del Angel Gris preparó un libro de lectura escolar diferente de todos.

Su título fue Tempranos Desengaños.

Contaba con textos de Manuel Mandeb y Jorge Allen, la docente Etelia C. de Doth y otros oscuros literatos del barrio. También se procuró hacer creer que escribían algunos niños, cosa que nadie llegó a admitir jamás.

Muchos educadores han dicho que Tempranos Desengaños carecía de propósitos aleccionadores. Nada más falso. En muchas de sus páginas se promueve la admiración de ciertas conductas. Sucede -eso sí- que tales conductas son precisamente aquellas que repudian los libros infantiles convencionales. Se enaltece la inasistencia a clase, se desprecia la aplicación, se duda de la higiene y se festejan los desórdenes.

Hay cuentos, poesías, notas y canciones, entre las que sorprende encontrar la milonga Cobráte y dame el Vuelto.

Vamos a transcribir algunos textos.





LOS DEBERES DE PEDRO



Pedro se sienta en los ultimos bancos del aula, como corresponde a un chico que desdeña la educación y la vecindad de los poderosos. Las conspiraciones y los batifondos nunca lo hallan ajeno. Busca el riesgo de las transgresiones y la compañía de los más beligerantes. A veces lo tientan el estudio y la inteligencia.

Entonces, como quien acepta un desafío, como una compadrada, resuelve arduos problemas de regla de tres y cumple los dictados sin tropiezos.

Un día, la maestra le acaricia el pelo tiernamente. El piensa:

- Ay señorita... Si supiera como me gustaría regalarle una flor y darle un beso.

Pero Pedro sabe quién es y conoce su deber y su destino. Con una gambeta se aleja del afecto inoportuno y va a buscar la gloria allá en el fondo, donde los malandras se empeñan revoleando los tinteros para que se cumpla mejor el divino propósito del Universo.





EJEMPLO (Poesía)



Los sabios nos han dicho

que sigamos la sombra de tu paso.

Y ha sido tu destreza

la vergüenza de nuestras lentitudes.



Los signos que guardaba

la efímera pizarra en su negrura

a tí no te negaron

revelaciones y sabidurías.



Los Seres que Vigilan

han sabido por tí nuestras infamias

y hallaste recompensa

en la noticia del castigo ajeno.



Ah, blanco paradigma,

luminoso, implacable compañero:

hoy nuevamente ha sido

postulada tu suerte como ejemplo.



El numeroso patio

tu sangre dibujada vió en el suelo

y el rumbo de mis golpes

siguió la blanca popa de tu miedo.



Así supieron todos

después de tu derrumbe en el recreo

las biabas que promete

mi zurda a los traidores del colegio.





LOS NIÑOS PRECOCES (por Manuel Mandeb)



Algunos chicos dan frutos tempranos, no lo niego.

Sus padres se enorgullecen y los exhiben entre sus familiares y conocidos, cuando no en el cine o la televisión.

Me atrevo a pensar -sin embargo- que no toda precocidad es auspiciosa. Empecemos por decir que existen adultos bondadosos, agudos, valerosos o geniales. Y que también los hay mediocres, hipócritas, pomposos y canallas. El niño precoz recibe la visita anticipada de ciertos rasgos de la adultez. Algunos tocan el piano como expertos profesionales, otros aprenden lenguas, dibujan o poseen la ciencia.

Pero hay chicos cuya precocidad consiste en adquirir antes de tiempo el tono vacío y protocolar de las conversaciones de sala de espera, y aprenden a los seis años la filosofía de los tontos satisfechos.

"Así anda el mundo, Doña Juana..." "Qué se gana discutiendo, Don José..." "Hablando se entiende la gente, Carlitos..."

También repiten el lenguaje de las revistas y hacen suyas las respuestas de los reportajes más vulgares.

Por cierto, mucha gente cree que ésa es la sabiduría, y yo digo que más sabios son los pibes indoctos que observan con repugnancia los diálogos de los parientes bien educados.

Ojalá surjan muchos niños prodigio que se apropien del genio con impaciencia.

Pero para ser un papanatas, me parece que no hay apuro.





EL NIÑO QUE FUE A MENOS



La señorita Claudia le pregunta a Ferro:

- ¿Quién fundó la ciudad de Asunción?

Ferro lo ignora y lo confiesa. La maestra intenta por otros rumbos.

- Tissot.

- No sé, señorita.

- Rossi.

Silencio. El ambiente se pone pesado porque quizá la señorita Claudia enseñó aquello el día anterior.

- Maldonado.

Nada. Claudia frunce el ceño y ensaya unos reproches generales.

Frezza, el tano Frezza, lo sabe de algun modo misterioso. Es extraño el camino que siguen las nociones: suelen alojarse donde menos se lo piensa.

- Nuñez. López. Dall'Asta.

Tampoco. Frezza espera, sobrador, sin levantar la mano. Cosa de manyaorejas, piensa.

La señorita Claudia se dirige a las niñas y pronuncia el nombre amado. Frezza está muy lejos para soplar y la morocha que lo enloquece no puede contestar.

De pronto, la maestra lo mira.

- Frezza. Y el niño taura, que tal vez necesita anotarse un poroto, se levanta, mira hacia el banco de la morocha y dice casi triunfal:

- No lo sé.

Si es que nadie lo sabe estará bien no saberlo. Frezza se sienta y se oye entonces, como en una horrible blasfemia, la voz de Campos, injuriosa:

- ¡Juan de Salazar!

Pasaron los años. La morocha no conoció el amor de Frezza ni tampoco su gesto elegante y generoso.

Si alguien califica estas lecciones en alguna Libreta Celeste, Frezza tendrá un nueve. Y si ni siquiera existe esa Libreta, entonces tendrá un diez.





UNA PELEA



Me empujaron a la salida. Hubo un tumulto blanco y después de una rápida investigación quedé frente a frente con Carlos.

- ¿Qué empujás?

Se formó una rueda. Alguien gritó:

- Fajálo...

Niñas aterrorizadas se sumaron al grupo.

Carlos se puso muy colorado. Manos crueles lo empujaron hacia mí.

Tito, falso caudillo y sujeto temido, me dijo:

- Dale... ¿O le tenés miedo?

Entonces le acomodé una piña y ahora ya sé que soy cobarde.





Tempranos Desengaños no fue aprobado por las autoridades escolares.

Puede afirmarse que pocos chicos lo leyeron.

Sin embargo, como si alguien les impartiera preceptos secretos, aún hoy, en el tiempo de Los Refutadores de Leyendas, hay niños que se siguen sentando en los últimos bancos y también hay hombres que lejos ya de la escuela se apartan de las ventajas y de las oportunidades fáciles.

A esos, a los del Fondo, a los que pudiendo sentarse en el primer banco lo rechazan, a los que no figuran como ejemplos en los libros de lectura, a los espíritus lunares, a los alumnos de coraje y honor que -según presiento- no leen obras como esta, a todos ellos -tardíamente- los abrazo ahora, cuando ya no me lo impiden las mezquindades que cargué en mi niñez.



Cronicas del angel gris

Balada de la Primera Novia


El poeta Jorge Allen tuvo su primera novia a la edad de doce años. Guarden las personas mayores sus sonrisas condescendientes. Porque en la vida de un hombre hay pocas cosas mas serias que su amor inaugural.

Por cierto, los mercaderes, los Refutadores de Leyendas y los aplicadores de inyecciones parecen opinar en forma diferente y resaltan en sus discursos la importancia del automóvil, la higiene, las tarjetas de crédito y las comunicaciones instantáneas. El pensamiento de estas gentes no debe preocuparnos. Después de todo han venido al mundo con propósitos tan diferentes de los nuestros, que casi es imposible que nos molesten.

Ocupémonos de la novia de Allen. Su nombre se ha perdido para nosotros, no lejos de Patricia o Pamela. Fue tal vez morocha y linda.

El poeta niño la quiso con gravedad y temor. No tenía entonces el cínico aplomo que da el demasiado trato con las mujeres. Tampoco tenía -ni tuvo nunca- la audacia guaranga de los papanatas.

Las manifestaciones visibles de aquel romance fueron modestas. Allen creía recordar una mano tierna sobre su mentón, una blanca vecindad frente a un libro de lectura y una frase, tan solo una: "Me gustás vos." En algun recreo perdió su amor y más tarde su rastro.

Despues de una triste fiestita de fin de curso, ya no volvió a verla ni a tener noticias de ella.

Sin embargo siguió queriéndola a lo largo de sus años. Jorge Allen se hizo hombre y vivió formidables gestas amorosas. Pero jamás dejó de llorar por la morocha ausente.

La noche en que cumplía treinta y tres años, el poeta supo que había llegado el momento de ir a buscarla.

Aquí conviene decir que la aventura de la Primera Novia es un mito que aparece en muchísimos relatos del barrio de Flores. Los racionalistas y los psicólogos tejen previsibles metáforas y alegorías resobadas. De ellas surge un estado de incredulidad que no es el más recomendable para emocionarse por un amor perdido.

A falta de mejor ocurrencia, Allen merodeó la antigua casa de la muchacha, en un barrio donde nadie la recordaba. Después consultó la guía telefónica y los padrones electorales. Miró fijamente a las mujeres de su edad y también a las niñas de doce años. Pero no sucedió nada.

Entonces pidió socorro a sus amigos, los Hombres Sensibles de Flores. Por suerte, estos espíritus tan proclives al macaneo metafísico tenían una noción sonante y contante de la ayuda.

Jamás alcanzaron a comprender a quienes sostienen que escuchar las ajenas lamentaciones es ya un servicio abnegado. Nada de apoyos morales ni palabras de aliento. Llegado el caso, los muchachos del Angel Gris actuaban directamente sobre la circunstancia adversa: convencían a mujeres tercas, amenazaban a los tramposos, revocaban injusticias, luchaban contra el mal, detenían el tiempo, abolían la muerte.

Así, ahorrándose inútiles consejos, con el mayor entusiasmo buscaron junto al poeta a la Primera Novia.

El caso no era fácil. Allen no poseía ningun dato prometedor. Y para colmo anunció un hecho inquietante:

- Ella fue mi primera novia, pero no estoy seguro de haber sido su primer novio.

- Esto complica las cosas -dijo Manuel Mandeb, el polígrafo-. Las mujeres recuerdan al primer novio, pero difícilmente al tercero o al quinto.

El músico Ives Castagnino declaró que para una mujer de verdad, todos los novios son el primero, especialmente cuando tienen carácter fuerte. Resueltas las objeciones leguleyas, los amigos resolvieron visitar a Celia, la vieja bruja de la calle Gavilán. En realidad, Allen debió ser llevado a la rastra, pues era hombre temeroso de los hechizos.

- Usted tiene una gran pena -gritó la adivina apenas lo vió.

- Ya lo sé señora... dígame algo que yo no sepa...

- Tendrá grandes dificultades en el futuro...

- También lo sé...

- Le espera una gran desgracia...

- Como a todos, señora...

- Tal vez viaje...

- O tal vez no...

- Una mujer lo espera...

- Ahi me va gustando... ¿Dónde está esa mujer?

- Lejos, muy lejos... En el patio de un colegio. Un patio de baldosas grises.

- Siga... con eso no me alcanza.

- Veo un hombre que canta lo que otros le mandan cantar. Ese hombre sabe algo... Veo también una casa humilde con pilares rosados.

- ¿Qué más?

- Nada más... Cuanto más yo le diga, menos podrá usted encontrarla. Váyase. Pero antes pague.

Los meses que siguieron fueron infructuosos. Algunas mujeres de la barriada se enteraron de la búsqueda y fingieron ser la Primera Novia para seducir al poeta. En ocasiones Mandeb, Castagnino y el ruso Salzman simularon ser Allen para abusar de las novias falsas.

Los viejos compañeros del colegio no tardaron en presentarse a reclamar evocaciones. Uno de ellos hizo una revelación brutal.

- La chica se llamaba Gomez. Fue mi Primera Novia

- ¡Mentira! -gritó Allen.

- ¿Por qué no? Pudo haber sido la Primera Novia de muchos.

Entre todos lo echaron a patadas.

Una tarde se presentó una rubia estupenda de ojos enormes y esforzados breteles. Resultó ser el segundo amor del poeta. Algunas semanas después apareció la sexta novia y luego la cuarta. Se supo entonces que Jorge Allen solía ocultar su pasado amoroso a todas las mujeres, de modo que cada una de ellas creía iniciar la serie.

A fines de ese año, Manuel Mandeb concibió con astucia la idea de organizar una fiesta de ex-alumnos de la escuela del poeta.

Hablaron con las autoridades, cursaron invitaciones, publicaron gacetillas en las revistas y en los diarios, pegaron carteles y compraron masas y canapés.

La reunión no estuvo mal. Hubo discursos, lágrimas, brindis y algún reencuentro emocionante. Pero la chica de apellido Gómez no concurrió.

Sin embargo, los Hombres Sensibles -que estaban allí en calidad de colados- no perdieron el tiempo y trataron de obtener datos entre los presentes.

El poeta conversó con Ines, compañera de banco de la morocha ausente.

- Gómez, claro -dijo la chica-. Estaba loca por Ferrari.

Allen no pudo soportarlo.

- Estaba loca por mí.

- No, no... Bueno, eran cosas de chicos.

Cosas de chicos. Nada menos. Amores sin cálculo, rencores sin piedad, traiciones sin remordimiento.

El petiso Cáceres declaró haberla visto una vez en Paso del Rey. Y alguien se la había cruzado en el tren que iba a Moreno.

Nada más.

Los muchachos del Angel Gris fueron olvidando el asunto. Pero Allen no se resignaba. Inútilmente buscó en sus cajones algún papel subrepticio, alguna anotación reveladora. Encontró la foto oficial de sexto grado. Se descubrió a sí mismo con una sonrisa de zonzo. La morochita estaba lejos, en los arrabales de la imagen, ajena a cualquier drama.

- ¡Ay, si supieras que te he llorado....! Si supieras que me gustaría mostrarte mi hombría... Si supieras todo lo que aprendí desde aquel tiempo...

Una noche de verano, el poeta se aburría con Manuel Mandeb en una churrasquería de Caseros. Un payador mediocre complacía los pedidos de la gente.

- Al de la mesa del fondo le canto sinceramente...

De pronto Allen tuvo una inspiración.

- Ese hombre canta lo que otros le mandan cantar.

- Es el destino de los payadores de churrasquería.

- Celia, la adivina, dijo que un hombre así conocia a mi novia...

Mandeb copó la banca.

- Acérquese, amigo.

El payador se sento en la mesa y aceptó una cerveza. Después de algunos vagos comentarios artísticos, el polígrafo fue al asunto.

- Se me hace que usted conoce a una amiga nuestra. Se apellida Gómez, y creo que vivía por Paso del Rey.

- Yo soy Gómez -dijo el cantor-. Y por esos barrios tengo una prima.

Despues pulsó la guitarra, se levantó y abandonando la mesa se largó con una décima.

- Aca este amable señor

conoce una prima mía

que según creo vivía

en la calle Tronador.

Vaya mi canto mejor

con toda mi alma de artista

tal vez mi verso resista

pa' saludar a esta gente

y a mi prima, la del puente

sobre el Río Reconquista.

Durante los siguientes días los Hombres Sensibles de Flores recorrieron Paso del Rey en las vecindades del río Reconquista, buscando la calle Tronador y una casa humilde con pilares rosados. Una tarde fueron atacados por unos lugareños levantiscos y dos noches después cayeron presos por sospechosos. Para facilitarse la investigación decían vender sábanas. Salzman y Mandeb levantaron docenas de pedidos.

Finalmente, la tarde que Jorge Allen cumplía treinta y cuatro años, el poeta y Mandeb descubrieron la casa.

- Es aquí. Aquí están los pilares rosados.

Mandeb era un hombre demasiado agudo como para tener esperanzas.

- No me parece. Vámonos.

Pero Allen tocó el timbre. Su amigo permaneció cerca del cordón de la vereda.

- Aquí no es, rajemos.

Nuevo timbrazo. Al rato salió una mujer gorda, morochita, vencida, avejentada. Un gesto forastero le habitaba el entrecejo. La boca se le estaba haciendo cruel. Los años son pesados para algunas personas.

- Buenas tades -dijo la voz que alguna vez había alegrado un patio de baldosas grises.

Pero no era suficiente. Ya la mujer estaba más cerca del desengaño que de la promesa.

Y allí, a su frente, Jorge Allen, más niño que nunca, mirando por encima del hombro de la Primera Novia, esperaba un milagro que no se producía.

- Busco a una compañera de colegio -dijo-. Soy Allen, sexto grado B, turno mañana. La chica se llamaba Gómez.

La mujer abrió los ojos y una niña de doce años sonrió dentro suyo. Se adelantó un paso y comenzó una risa amistosa con interjecciones evocativas. Rápido como el refucilo, en uno de los procedimientos más felices de su vida, Mandeb se adelantó.

- Nos han dicho que vive por aquí... Yo soy Manuel Mandeb, mucho gusto.

Y apretó la mano de la mujer con toda la fuerza de su alma, mientras le clavaba una mirada de súplica, de inteligencia o quizás de amenaza.

Tal vez inspirada por los ángeles que siempre cuidan a los chicos, ella comprendió.

- Encantada -murmuró-. Pero lamento no conocer a esa persona. Le habrán informado mal.

- Por un momento pensé que era usted -respiró Allen-. Le ruego que nos disculpe.

- Vamos -sonrió Mandeb-. La señora bien pudo haber sido tu alumna, viejo sinvergüenza...

Los dos amigos se fueron en silencio.

Esa noche Mandeb volvió solo a la casa de los pilares rosados. Ya frente a la mujer morocha le dijo:

- Quiero agradecerle lo que ha hecho....

- Lo siento mucho... No he tenido suerte, estoy avergonzada, míreme....

- No se aflija. El la seguira buscando eternamente.

Y ella contestó, tal vez llorando:

- Yo también.

- Algun día todos nos encontraremos. Buenas noches, señora.

Las aventuras verdaderamente grandes son aquellas que mejoran el alma de quien las vive. En ese único sentido es indispensable buscar a la Primera Novia. El hombre sabio debera cuidar -eso sí- el detenerse a tiempo, antes de encontrarla.

El camino está lleno de hondas y entrañables tristezas. Jorge Allen siguió recorriéndolo hasta que él mismo se perdió en los barrios hostiles junto con todos los Hombres Sensibles.


Autor: Alejandro Dolina

miércoles, 24 de marzo de 2010

ORACIÓN A LA PATRIA




Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

Nos sentimos heridos y agobiados.

Precisamos tu alivio y fortaleza.

Queremos ser nación,

una nación cuya identidad

sea la pasión por la verdad

y el compromiso por el bien común.

Danos la valentía de la libertad

de los hijos de Dios

para amar a todos sin excluir a nadie,

privilegiando a los pobres

y perdonando a los que nos ofenden,

aborreciendo el odio y construyendo la paz.

Concédenos la sabiduría del diálogo

y la alegría de la esperanza que no defrauda.

Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,

cercanos a María, que desde Luján nos dice:

¡Argentina! ¡Canta y camina!

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.

Amén.

Canto cuatro

canción de otoño en primavera

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

                                          autor:Ruben Dario